Sentido
No es sencillo encontrarle sentido a la vida. A medida que avanza te va pareciendo que todo cada vez va más rápido y que aquello que tenías en mente cuando eras más joven te ha salido regular. Las expectativas que te habías creado están lejos de ajustarse a tu presente. Al final has ido sobreviviendo y avanzando. Y, sin saber muy bien cómo, un buen día descubres que ya has recorrido la mitad del camino (tal vez un poco más, con suerte algo menos). Entonces echas la vista atrás y entiendes que lo que una vez imaginaste seguramente ya no va a ser. Es más, tal vez no quieres que sea.
Con suerte te has salido del pensamiento dominante y cuestionas la manera en la que funciona la sociedad. O no, dependiendo de a aspirases. Hay gente que entiende el éxito en función del dinero que tiene, de posesiones. Esa gente no suele pararse a valorar si el modo en el que no manejamos es el más adecuado, porque realmente las reglas del juego responden a esos intereses habitualmente económicos. Hay excepciones, por supuesto. Generalizar no suele ser bueno, pero como este post es mío y se trata del único espacio en el que puedo establecer las normas, vamos a hacerlo para poder llegar a donde quiero.
En algún momento soñamos con tener un Lamborghini, ser deportista de élite, cantante, astronauta o lo que sea, vivir en una mansión y todas esas gilipolleces. Nos hicieron creer también que estaba a nuestro alcance si nos esforzábamos mucho. Ya de mayores, a no ser que seamos imbéciles, tomamos consciencia de que el punto de partida importa mucho. Entonces comprendemos que hay aspectos que no van a variar jamás (y casi que mejor así). Tal vez por eso a mí me cueste mucho relacionarme según con quien.
Me estoy desviando…
La cuestión es que un día, de pronto, te sorprendes solo (o sola). Y tu conciencia viene a visitarte. Ahí descubrirás, con perspectiva, que la has cagado más de lo que te hubiera gustado, que no siempre fuiste justo (o justa) con personas que están o estuvieron, que hay asuntos que ya jamás vas a poder arreglar (esto es un asco, la verdad) y que has tomado un montón de decisiones que tu yo de hoy calificaría al menos como cuestionables. Te habrás equivocado juzgando y en último término hasta dudarás del ahora, de tu ahora. O, más bien, del por qué ese es tu ahora.
Vincent Van Gogh escribió una vez que lo que nos libera de un encierro prolongado es un afecto profundo y serio, que sólo el amor abre esa cárcel imaginaria que nos mantiene confinados. Siempre creí que se refería a la pesadumbre que nos atrapa en forma de incertidumbre, de inseguridad. De saber si estamos en el lugar correcto, en el momento correcto, haciendo lo correcto. En resumen, si hay un sentido para todo esto, como planteaba al principio.
Resulta que un día estás trabajando y un compañero te avisa. Alguien está fuera del centro y pregunta por ti. Sales del despacho, bajas la escalera y, a través de la puerta, ves la sonrisa de dos chicos de los que fuiste educador. Sales, te abrazan, te cuentan que trabajan, que han alquilado un piso y que son felices. Te agradecen, te recuerdan anécdotas y ríen contigo. Te preguntan cómo te va y qué tal son los pibes que ahora tienes asignados. Cuando se van subes las escaleras y cruzas la mirada con dos compañeros. Asienten. Saben de qué va esto. Piensas que últimamente las cosas han estado difíciles en el recurso, pero acaban de salvarte. Y, de paso, acaban de recordarte por qué haces lo que haces.
De pronto, todo cobra sentido.