A pesar de todo, que te vaya bien
Antes de empezar, advertir que este post es diferente…
Hoy esto que escribo te lo dedico a ti.
No hace falta que te demuestre lo mucho que te quise. Creé a partir de ti un mundo de azul y esperanza. Te di lo que llevaba dentro hasta vaciarme del todo. Quise que crecieras, que te convirtieras en huracán y arrasaras con los infortunios. Deseaba verte volar y que llegaras a tocar las estrellas con las yemas de tus dedos. Sé hasta dónde influencié tu cambio. Creíste en tu persona como jamás imaginaste y diste pasos de grandeza, uno tras otro.
Un día las cosas se torcieron. Tú tropezaste y yo renegué. Aunque al cabo de un tiempo, puse un parche en mi corazón y tendí mi mano. Yo también me había equivocado antes. No de ese modo, pero había errado. Y partí de cero de nuevo. Como si no hubiese ocurrido nada, aunque sí. Yo había dejado de ser yo mismo cuando cedí ante una herida de ese calibre. Y tú ya te sabías con el poder de controlar la situación, por mucho que yo hubiese resistido.
Andamos un tiempo como si todo fuese igual. Por fuera. Tus desprecios crecían de manera exponencial mientras otros aspectos de mi vida me habían hecho pequeñito. Nunca me sentí tan solo como contigo en aquella enorme cama que compartíamos. Aun con todo, seguí remando. Hasta que dije basta.
Idas y venidas que se alargaron en el tiempo. Mientras tú quisiste. Una tarde, creyendo arribar de nuevo a tu puerto con todo, me trataste como a un polizón de poca monta. Y yo entonces obré mal. Cuando te clavan una segunda daga en el alma la razón no ayuda a la paz interior. Y dije cosas que no debía, actué de manera irracional. No lo justificaré jamás, aunque tú hayas puesto una lupa de gran aumento en mis erratas, o inventaras otras muchas que jamás se dieron. Durante más de un año desmentías ante el resto del mundo cosas que solo tú y yo vivimos en tu transición afectiva. Y es que yo seguía estando cuando tú así lo requerías.
Pero una noche la tormenta paso. Y yo seguí de largo.
Hasta que quisiste desatarla de nuevo poniendo en medio a personas otrora comunes en nuestras vidas y al nuevo guarda a tu servicio, falseando testimonios y creando una burbuja tan irreal como tu ejemplo. Yo en momentos muy lejanos lo había hecho mal también, pero nunca quise herir a conciencia. Te fue bien esa estrategia. Perdí la guerra de los sentidos y lo dejé estar cuando adiviné que esto no acabaría jamás.
Sin embargo, cuando comprendiste que yo ya no estaba, intentaste de nuevo llamar la atención, esta vez con apariciones y desapariciones esporádicas en mi mundo virtual. Yo creía que era pasado. Hasta que días atrás, de nuevo la enésima solicitud. Yo ya no guardo rencor, ni resentimiento, así que acepté pasado un tiempo tu demanda. Admitida, con la misma celeridad desapareces.
La realidad es que poco me importa. Que si acepto tus (no) acercamientos es porque todo queda muy atrás y ya no me dueles. Desde hace tanto no me dueles… Solo que yo siempre querré que te vaya bien. A pesar de todo. Solo te pido que no sigas actuando de esta manera. Que si quieres algo de mí, que sea de cara. Yo te mostraré mi vida aunque algunos círculos de mi ser ahora veten tu asistencia, aunque aquellas llaves que sangraban ya no volverán a ser tuyas. Pero, de otro modo, estaré.
Porque, a pesar de todo, yo siempre querré que te vaya bien.
Ojalá algún día seamos capaces de tomar un café y hablarnos como personas.
Perdón por esta entrada. Era necesaria, para no ahogarme.