Mi fobia

FOBIA (RAE): Temor angustioso e incontrolable ante ciertos actos, ideas, objetos o situaciones, que se sabe absurdo y se aproxima a la obsesión.

La clave de todo es esta definición. Se sabe absurdo. Tal cual. Pero no importa. Dan igual todas esas explicaciones lógicas que intenten contrarrestar esa situación. Esto no atiende a cuestiones razonables, va por su cuenta y es muy complicado hacer frente a ello.

Esta semana varias personas me han dicho que ya no escribo. No es del todo exacto. Sí que lo hago. En realidad no paro de escribir. Casi siempre para mí. Es oxígeno. Claro que ellas se referían al blog. A este blog, que he tenido aparcado porque al fin y al cabo, no vivo de él. Y aunque volcar en este espacio todo eso que me ronda por la cabeza sigue siendo una gran vía de escape, en ocasiones simplemente no salen palabras óptimas merecedoras de compartirse, o no apetece… O lo que sea. Hay periodos de mayor inspiración que otros y ya está. Aparte de que un propósito que tengo entre manos, y que de momento camina correctamente, me exprime y por eso quede tan poco para demás menesteres. Pero hoy hago una pausa, necesaria, y me vengo a este rincón.

El motivo no es otro que compartir mi mayor fobia. Tal vez relatarla, normalizarla, me ayude progresivamente a superarla. O tal vez un lector cualquiera se vea en mis frases y sienta alivio, ¿por qué no? Por otra parte entiendo, pese a todo, que no es algo de lo que avergonzarse. Aunque el hecho de que pocas personas me comprendan, es en ocasiones una presión añadida que desnivela mi balanza. Y sin equilibrio, sin estabilidad, voy jodido. Al menos yo.

Quizás saque esto a la luz justo ahora porque una circunstancia choca frontalmente con mi problema. Porque estoy frustrado con lo que estoy viviendo estos días, pese a que deberían ser de esperanza total. No voy a contar exactamente el asunto en cuestión, pero voy a hacer un paralelismo tratando de que cada cual pueda identificarse. Creemos la atmósfera: imagínense en su puesto de trabajo. Cada uno en lo que haga. O en casa, o estudiando una carrera, da igual. Pero siendo conscientes de las aspiraciones que tienen en la vida. Y por lo que sea se dan una serie de factores, situaciones y coincidencias que acaban en la oportunidad de hacer eso que saben, con el mejor en su campo. Llega esa empresa o persona referente en el sector X del que sienten que forman parte, y tras observar una muestra de tu trabajo, les comunica que el interés es alto y que fija una fecha para un encuentro cara a cara. La ocasión que esperabas está ahí, solo tienes que cogerla.

Volvemos a mí. Cuando duermo, a lo largo de muchos años, un sueño se ha repetido con diferentes grados de frecuencia. Voy por la calle. Da igual el contexto. Puedo ir conduciendo, caminando con un amigo, paseando a mi perra, charlando por fin con la chica que me gusta (como ya he dicho, es mi sueño), o respondiendo a un whatsapp. Lo que quieran imaginar. Y un avión se precipita contra el suelo. Sin más. Levanto la cabeza y sé que va a pasar. Y sucede. Entonces despierto.

Hacía tiempo que no lloraba. Esto de decir que se llora igual no está bien visto, pero es lo que hay. Quienes creen que es síntoma de debilidad no se enteran. Para mí es todo lo contrario. La gente llora. Y no se es menos valiente por ello. Responde a nuestra naturaleza. En la vida pasamos por etapas en las que derramamos más o menos lágrimas. Es así. Ayer me ocurrió. No pude más. Angustia, rabia, agotamiento. Me sentía como una olla exprés a punto de estallar.

Lo explico…

El martes por la mañana debería estar en Madrid (vivo en Tenerife). Tengo esa reunión que todos siempre esperamos. En la que puede que no ocurra nada y el proyecto se vaya por el sumidero, o en la que puede cambiarme la vida y sea el comienzo de algo grande. Resulta que no voy a estar presente. Lo bueno es que el proyecto en cuestión es bicéfalo. La otra mitad de esto que tanto me ilusiona vive en Madrid, y sé que puedo estar tranquilo. Mi confianza y fe en su capacidad son absolutas. Y salga bien o mal, es algo que no hubiera hecho sin su participación. Así que en ese sentido, me siento respaldado y seguro. Pero por otra parte, entiendo que en esta toma de contacto lo normal sería que yo también estuviese presente. Porque se trata de lo que se trata, con todo lo que ello conlleva. E incluso por respeto.

He comentado esto en mi círculo más cercano. Dos horas y media no son nada, insisten. Y la recompensa puede ser gigantesca. Sé que me quieren y que tras su insistencia está ese deseo de que todo me vaya bien. Me desean lo mejor, no tengo dudas. Jamás recelaría de la gente que ha querido rodearme. Pero no viven dentro de mí. Cada persona es un mundo y sus demonios son solo suyos. Por más que yo intente explicarles, no van a discernirlo. En las últimas 72 horas he abierto páginas para buscar vuelos e inmediatamente han aparecido signos que acaban derivando en ansiedad. No sé cuántos de los que leen esto han sufrido un ataque de pánico o han pasado por estados de ansiedad prolongados. Hace algunos años, una vida cuyos cimientos parecían sólidos se me vino abajo. No quedó más pilar que el de mi familia y amigos que nunca dejaron de estar, y no hablo de presencia física. Esto desencadenó en crisis de ansiedad que me provocaban taquicardias. Recuerdo haber sentido que perdía el conocimiento en más de una ocasión. El cuerpo va así; te crea un estado de alerta máxima ante una realidad diferente. Y si no le haces caso, desconecta. Mi vía de escape era mi coche. Conducir me calmaba. Aún hoy, cuando tengo nubarrones en mi cabeza y necesito aclararme con respecto a algo, cojo las llaves y me doy un paseo. Abro la ventana y respiro. Hace mucho de aquel proceso y por fortuna es pasado. Sin embargo, lo de volar ha permanecido, y la sensación se asemeja.

Imaginen lo peor que pueden vivir. La peor situación. ¿A qué le tienen pánico? Mi terror siguen siendo los aviones. Y no me veo encerrado en uno tanto tiempo. Cuando alguien me invita a que le cuente mis porqués, sé que todo le va a resultar irracional. Me hablan del despegue y aterrizaje como si fuese eso lo que me preocupa. Son los mejores momentos para mí, sobre todo el segundo. Luego me saltan con las estadísticas. Que si en un coche es más probable que te ocurra algo. Por supuesto. Se trata de la sensación de control. En un coche puede llegar un loco y sesgar mi vida, pero mientras, el que lleva el volante en mi vehículo soy yo. Incluso tengo un buen amigo piloto que realmente me convenció de que ahí arriba no le va a ocurrir nada a la aeronave. Y sé que es verdad. Pero es que es otra cosa. Una crisis de ansiedad a 12.000 metros suena fatal. En medio del océano, peor. Y siendo consciente de que pueden quedar horas para salir de allí, ni te cuento.

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La gente me dice que no tiene sentido, que ya he volado antes. Claro. Si he ido un puñado de veces a la península y no me he movido a todas mis islas en barco. Pero eso fue, no es… Otros me miran y me dicen que debo conocer mundo, que a dónde voy así, que lo que me estoy perdiendo. ¡Joder! ¿Acaso alguien en su sano juicio puede llegar a pensar que no me apetecería? ¿Que no quiero contemplar el Big Ben o pasear por los Campos Elíseos? ¿Qué no deseo visitar museos, estadios, monumentos y paisajes? ¿Que no me he imaginado descubriendo Dubrovnik, San Petersburgo, Ámsterdam o Venecia? Es absurdo. Quiero como el que más. Posiblemente más que toda esa gente que no para de viajar. Me muero de ganas. Y por si fuera poco, añado; quienes conocen a mi familia saben que tengo un hermano que ha viajado más que el tío de los Fraggle Rock. Se ha recorrido casi cada rincón de Europa, ha estado varias veces en Sudamérica, ha disfrutado de Irán o ha veraneado en Bali… En serio, claro que a mí también me gustaría.

Lo peor que llevo es sentirme culpable. La sensación de imposibilidad, de no ser capaz, va minando la moral. Siento el abrazo de la frustración y la rabia de la impotencia. Miro alrededor y veo caras tristes, porque mi rival me esté ganando la partida. Porque me tiene cogido por donde más me duele y no soy capaz revertir el escenario. Me siento culpable por decepcionar a gente que planea viajes imaginando que el día menos pensado me voy a unir en la aventura. Me siento culpable porque mi cabeza sufre las consecuencias hasta que llega el momento en que me subo por las paredes, quiero gritar para no asfixiarme y lagrimeo persiguiendo el desahogo.

Comparto esto hoy porque estoy cansado de mensajes positivos. Del “tú puedes” de los Mr. Wonderful o la repetición de frases motivacionales sacadas de cualquier libro del Coelho de turno. La realidad es que esto solo se supera con terapia… Cuando se logra superar. Yo estoy en ello. En octubre tengo decidido desplazarme a La Palma en avión. Vuelo corto acompañado por mis hermanos y primos. Tratar de gestionar media hora es el primer paso. ¡Mierda! Quiero ser capaz…

El asunto que ha provocado este post, si nada se tuerce, acabará llevándome a Madrid próximamente. Un barco, que sale cada jueves, tarda 28 horas en alcanzar el Puerto de Huelva. Tal vez ese sea el remedio. Ya que si no consigo volar, tampoco pienso bajar la mirada, pues no hay afrenta. Sigo siendo yo.

El propósito real de este escrito (una vez explicado el motivo que lo origina) es normalizar una situación, un trauma, una traba. Poder extenderlo al resto. Que mucha gente está bregando su propia batalla y no hay nada de malo en ello. Que no, que no se es menos digno por reconocer que existen grietas, o que ante determinadas coyunturas jugamos en desventaja. Porque no todo tiene por qué ser fantástico, solo auténtico. Nuestras complejidades no nos hacen mejores ni peores, únicamente diferentes. Pero tan válidos como los demás.

Y como último objetivo, una sugerencia a todas esas personas que desde fuera presionan a otras, la mayoría de las veces inconscientemente: no sean tan exigentes, no insistan si la afectada o el afectado dice que no se siente cómodo. Porque resulta contraproducente. Sé de lo que hablo.

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“Yo comprendí que la vida es linda, pero no es un cuento de hadas”. Danay Suárez.

PD: gracias, Hari. Pequeñas cosas como las de ayer son las que me salvan la vida.

Un comentario

  1. Tamara · julio 23, 2017

    Correa, hermano, compañero, haz lo que te salga del alma y lo que puedas, lo demás está plasmado estés o no estés.
    Todos tus amigos queremos lo mejor para ti y punto y solo tu sabes lo que es, los demás te acompañamos donde quiera que vayas….

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