“Nadie puede salvarte sino tú mismo. Y mereces salvarte. No es una guerra fácil de ganar, pero si algo merece la pena ganar es esto”. Charles Bukowski.
A todos nos pasa que hemos tenido una relación afectiva que nos cuesta mucho abandonar definitivamente. Por un motivo u otro, volvemos a intentar confiar en alguien que en su momento nos hizo sentirnos especiales, pero que acabó fallándonos. Damos la cara por esa persona ante terceras que no ven con buenos ojos su regreso. Tendemos a ver lo positivo de lo que en su día vivimos, esos instantes de plenitud que nos acercaron a las estrellas por segundos. El roce de su piel, sus palabras al oído, simplemente esa presencia.
Con el paso del tiempo, a veces ocurre que nuestra mente aparca los malos recuerdos, quedándose con lo bueno y haciéndonos dudar de la que en su día fue una decisión meditada, consciente y segura. Por algún motivo decidimos parar, aunque ya no lo recordamos. Nos faltan esos ratos en compañía, y evocamos a nuestro satélite más preciado, a quien estuvo durante el espacio temporal más largo, o más intenso. Nos sentimos únicos entonces y queremos rememorar esa sensación.
Pero… ¿Puede ser con la misma persona? Es poco probable. Ojo, no digo imposible, pero sí poco probable. Cuando somos capaces de ordenar nuestra mente, despejamos dudas al respecto. Mas no siempre ocurre. Normalmente las mejores personas son las que caen de nuevo, las que siempre tienen otra mejilla que poner. Anteponen la felicidad externa a la propia, porque de algún modo son capaces de filtrar un extraño sentimiento de culpa. En algunos casos, ven a esa compañía del pasado en un mal momento y no son capaces de soportarlo.
Existen seres que quieren hasta el extremo. Estiman profundamente. A otros individuos, a su trabajo, a sus pasiones, a cualquier otra cosa, menos a ellos. Capaces de amar de una manera sobrenatural, solo que no a sí mismos. Y esto es un problema. A la larga se hacen daño, siempre innecesario. Yo les propongo una pregunta a esa gente que esté planteándose dar un paso atrás, devolver al presente su pasado y optar por revivirlo en el futuro. La cuestión que debes hacerte, querida amiga o amigo es la siguiente: ¿es esa persona mejor que tú?
Y es que yo creo que debemos aspirar a estar con alguien siempre mejor que nosotros, que no piense de manera egoísta, que no se acuerde cuando nos necesita, que no tenga miedo, que se la juegue siempre por nosotros y no solo cuando nos ve como un caballo ganador. Alguien que no ponga excusas a su pasión. ¿O no vas a cumplir tú todas esas premisas? Yo creo que sí.
Nunca es demasiado tarde para tomar mejores decisiones. La primera podría ser valorarte por fin. Quererte tanto como has querido a otros. En esta vida solo estás obligado a soportarte a ti mismo, que para piedras ajenas no hay capacidad en nuestra maleta.
Voy a finalizar este post con un párrafo de un escrito del genial Charles Chaplin:
“Cuando me amé de verdad, comencé a liberarme de todo lo que no fuese saludable: personas y situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. Al principio, mi razón llamó egoísmo a esa actitud. Hoy sé que se llama amor hacia uno mismo”.
Dedicado una mujer con un corazón demasiado grande, que nunca usa para sí misma.