Existe una antigua historia oriental que cuenta que un elefante recién nacido es atado a una cuerda muy fina amarrada a una pequeña estaca. Durante los primeros días de vida, el animal, aun bebé, tira de la cuerda tratando de liberarse, sin conseguirlo. Lo intenta una y otra vez durante sus primeras semanas de vida, cuando las fuerzas no son todavía suficientes para poder soltarse, y termina quedando dormido al término de cada intento. El elefante, poco a poco se hace mayor, hasta alcanzar un peso considerable, con la consiguiente potencia que atesoran los paquidermos adultos, y sorprendentemente sigue atado a aquella cuerda. El motivo no es otro que el darse por vencido en un momento dado, pensando que sus intentos serían en vano para siempre. Se rindió un día y aceptó vivir el resto de su vida privado de su libertad.
Ahora pensemos en nosotros. ¿A que nos suena de algo? ¿Cuántas veces dejamos de intentar cosas porque en el pasado no nos han salido como hubiésemos querido? En ocasiones, tenemos los medios de los que en su momento no dispusimos, pero no los aprovechamos. ¿Para qué, si no me salió antes?
En nuestro trabajo, en nuestras relaciones, en nuestro día a día… Somos esclavos de nuestra mente, cuando en realidad tenemos libertad absoluta para actuar, para reiniciar, para resetear. Condicionados por un pasado que ya queda muy lejos del momento actual, y que en su día no nos permitió hacer lo que deseábamos o ser como nos hubiera gustado. Abrazamos la resignación y seguimos andando sin esas ilusiones que un día tuvimos.
La mayor parte de las veces, es porque dejamos de insistir.
«Cuando nada parece ser de ayuda, miro a un picapedrero golpeando la roca tal vez hasta cien veces sin que aparezca ni una sola grieta. Sin embargo, al golpe ciento uno la rompe en dos. Sé que no fue ese último golpe el que la partió, sino todos los anteriores», Jacob Riis. Este frase se ha convertido en un lema que puede leerse en la entrada del vestuario de San Antonio Spurs, equipo 5 veces campeón de la NBA. Lo pidió su entrenador, alguien que lleva en su puesto más años en los que ha mordido el polvo que los que ha saboreado la gloria. Pero no se rindió. Llevado a su terreno, decidió no ser esclavo. Nosotros también podemos elegir en nuestro campo, en lo que hagamos, en lo que queramos ser, en lo que anhelamos convertirnos. Debemos intentar alcanzar nuestras aspiraciones. Ser arquitectos de nuestro futuro.
En la vida podemos ser como el elefante, o como el picapedrero. Podemos rendirnos, o buscar las condiciones propicias, y seguir picando la piedra hasta que ésta, en un momento dado, por fin se rompa.