Conversaciones pendientes

Hoy estaba pensando en las conversaciones. Las que tenemos, las que no tenemos, las que deberíamos tener. Y en la manera de tenerlas. En los formatos, por decirlo de algún modo. En cómo los mensajes de móvil sustituyen encuentros. Y en cómo estos mensajes no dicen todo lo que deseamos o en el tono en el que nos gustaría. Lo admito, yo los uso mucho. La sociedad nos ha conducido hasta el mundo de los emoticonos, sustituyendo risas de verdad, besos de verdad, sensaciones de verdad. Ocurre que tras este (no) contacto nos vamos dejando cosas por el camino del tiempo. Abrimos charlas que nunca cerramos por las prisas del día a día. Yo odio que me dejen a medias cuando estoy hablando de algo, por apurada que la otra persona esté. Aunque reconozco que también lo he hecho. Y no cuesta nada decir que en ese momento no puedes continuar de parloteo o que más tarde estarás disponible. En cualquier caso, lo realmente preocupante es dejar conversaciones pendientes. O mejor dicho, tener conversaciones pendientes.

Cuántas veces hemos retrocedido en el tiempo para volver a ese momento con alguien y decirle aquello que pensábamos, que sentíamos; todo eso que debimos dejar salir. Regresamos y creemos que de haberlo hecho, las cosas serían diferentes. Pero ya es tarde y por eso lo dejamos estar. ¿Y si aunque sea tarde, la tienes? Las que son posibles, digo. Esa conversación. Con ese familiar que estuvo allí cuando lo necesitaste. Con ese amigo con el que has perdido contacto por un malentendido que ya ni recuerdas. Con esa chica (o chico) que sabías especial pero nunca se lo hiciste saber. Yo tengo muchas conversaciones pendientes.

Habría que plantarse. Jamás podrás decirles a las personas que ya no están lo que significaron para ti. Esa gente que se ha ido, pero que dejaron tesoros en tu alma. ¿Hubiera estado bien, verdad? Pero lo que sí puedes es acabar con esas “llamadas perdidas”. Perdidas en el tiempo. Aquellas que pospones. Las que luego no haces. Nunca le manifestaste a esa profesora que fue una inspiración para ti. No has agradecido a tu gente todo lo que hicieron. Y no le cuentas a esa chica que no eres capaz de decirle lo que quieres decirle por miedo a perder también su forma actual. Vas dejando un reguero de palabras enfiladas en tu garganta que no salen nunca, provocando un atasco de sentimientos que deberían ser compartidos. Sigues teniendo conversaciones pendientes. ¿Por qué? ¿Y si llamas a ese amigo con el que un día te enfadaste para tomar un café y le dices que ya no tiene importancia? Igual es el momento de sorprender a esa persona con la que tanto intercambias mensajes con una llamada. Tal vez si cruzas unas frases con tu vecino descubras que no es un gilipollas. Incluso puede ser que tengas una conversación pendiente con personas con las que departes casi cada noche de manera infinita.

Charla con tus padres, con tu pareja si la tienes, con tus abuelos, con tus primos, con tus tíos, con tus amigos… Habla con ella, o con él de una maldita vez. Dialoga incluso con tu mascota. Te lo agradecerán, y te vas a sentir mejor. No sé si mi posición es la más acertada, pero a mi parecer deberíamos recuperar la comunicación.  Hoy lo damos todo por supuesto y nos vale. Joder, nos hemos vuelto autómatas. Y nos perdemos una de las mejores cosas de la vida. Que la vida son momentos. Y son conversaciones.

También ésas que tenemos pendientes.

amigos-conversando

PD: este texto está incluido (ligeramente modificado) en el libro “Cartas a Destiempo”. Disponible, aquí: https://www.amazon.es/Cartas-destiempo-Jacobo-Correa/dp/8491601228

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